Una noche estrellada, junto al mediterráneo, cenando la doctora Sala con su marido y otras dos parejas a la luz de la luna, con las olas acariciando la arena como si les sobrara el tiempo, se convirtió la menopausia en un ida y vuelta de susurros desesperados entre las sedas del mantel: sofocos ardientes en la oscuridad, ojos de búho, duchas frías, faltas indeseables de libido, kilitos de más y emociones caprichosas, como alocados golpes de mar.
«Los hombres, señores y caballeros, esquivaron nuestras palabras y se refugiaron en la banalidad, donde la lluvia fina oculta significados. Entonces, me pregunté si ellos, nuestras parejas, convivían, entendían, valoraban, nos apoyaban o ayudaban en esta etapa tan desconcertante de nuestra vida», reflexiona la especialista en calidad de vida de la mujer, pero no «menopausióloga», Carmen Sala Salmerón.