El virus del papiloma humano (HPV), del que existen más de 100 variedades de diferente agresividad, se ha demostrado como el agente causal de lesiones del cuello uterino, que pueden originar displasias e incluso cáncer. Afecta a una serie de mucosas como la vagina, cuello uterino, orofaringe y canal anal. Unas cepas concretas poco agresivas (6,11), son las causantes de los condilomas (verrugas) de la piel, y en especial de la vulva y pene.
Las cepas más agresivas son la 16 y 18, pero también la 31 y 33. Existen además unas cepas consideradas de alto riesgo, y otras de bajo riesgo. Por ello, cuando se diagnostica algún tipo de lesión que pueda estar relacionada con el HPV, es obligatorio diagnosticar su existencia mediante un PCR específico, y concretar la o las cepas existentes, ya que el pronóstico será muy diferente.

Mediante la citología exfoliativa anual de control, el anatomopatólogo nos pone en alerta de la existencia de sospecha de lesión producida por HPV (llamada ASCUS), o de lesión evidente (llamada displasia). En cualquiera de estos casos, debemos un realizar un estudio específico (PCR) destinado a evidenciar la existencia del HPV, y de las cepas existentes.

En mujeres con actividad sexual, la presencia de HPV en el canal genital es muy alta. Según la cepa hallada, la edad, el número de parejas sexuales, el estado inmunitario local y general, podrá generar una lesión en las células epiteliales o no, debiendo adoptarse una actitud más o menos agresiva para evitar su progresión.

Solo en los casos de lesiones evolutivas, que son principalmente las producidas por las cepas de alto riesgo: En el resto de casos, debe seguirse un control estricto en espera de resolución espontánea.