Fue utilizado por primera vez en 1978, por un pediatra estadounidense para describir una infección por estafilococos en tres niños y cuatro niñas de entre 8 y 17 años. No se pudo aislar el germen por lo que se sospechó que se trataba de una toxina producida por dicho germen.
Más tarde se pudo aislar la toxina, y se empezó a relacionar con el uso de tampones, aunque no de forma exclusiva. La realidad es que cualquier infección producida por un tipo especial de estafilococos y por algunos estreptococos, puede producir este síndrome, que consiste en fiebre alta, presión arterial baja, malestar, confusión y que puede llegar a un fallo multiorgánico, y hasta la muerte.
En nuestro caso, el riesgo consiste en el uso de tampones o de copa vaginal, dejado in situ por periodo mayor a unas 8-12 horas, para que dé lugar a la proliferación de estos gérmenes, pero también precisa de una anormal respuesta inmunitaria por parte de la mujer, que desencadene una reacción anómala, cuya consecuencia principal es el aumento de la permeabilidad vascular que da lugar a una disminución de volumen circulatorio, hipotensión y en última consecuencia un fallo multiorgánico.
El uso adecuado de los tampones o de las copas vaginales, no es peligroso si se cumplen las indicaciones para su uso, y no dejarlos colocados más allá de las 8 horas, y como máximo 12 horas. Se debe tener especial cuidado en el uso y manipulación de las copas vaginales, para mantener al máximo la asepsia de las mismas, y no introducir estafilococos al colocarlas.
Ante la duda de llevar un tampón o copa «olvidado», se debe acudir con urgencia al ginecólogo, quien tras el examen, si realmente es así, procederá a su extracción, desinfección de la vagina, y prescripción de la terapia adecuada, para impedir la proliferación de una infección.
