Una higiene defectuosa en el área genital, será uno de los factores más importantes en la adquisición de infecciones a este nivel. Cada etapa de la vida requiere un matiz diferente en la higiene, pero nunca debe faltar, y debe ser cuidadosa y completa, desde el inicio con los cambios de pañal, y cuidado dermatológico posterior, como más adelante enseñando a la niña cómo se debe realizar y que aprenda a realiza por sí misma.
La vulvovaginitis (infección del área genital inferior) es el principal y más frecuente motivo de consulta tanto en niñas antes de la menaquia (= primera regla) como en las adolescentes. La mayor incidencia es entre los 6 y los 9 años de edad, puesto que los niveles de estrógenos son muy bajos, los tejidos genitales son hipotróficos y son muy susceptibles de colonización bacteriana y fungíca.
Las vulvovaginitis se clasifican según el agente causal, tanto en las específicas cuando exista un agente patológico, como en las inespecíficas. Las más frecuentes (85%) son las inespecíficas, provocadas por gérmenes saprófitos vaginales, que viven habitualmente en la zona, pero que al encontrar las condiciones óptimas, se desarrollan y provocan síntomas.
La proximidad de los genitales con el ano, dificulta una higiene adecuada en muchos casos, y hace que los gérmenes habituales de la zona final del intestino, sean los mayores causantes de vulvovagintis. El déficit de higiene, pero asimismo el exceso de la misma, la aplicación local de irritantes en forma de cremas, lociones, o cosméticos, la ropa interior de materiales sintéticos, la ausencia de vello púbico, la infección por oxiuros, la incorrecta dirección en la limpieza anogenital (siempre debe ser de delante hacia atrás, nunca al revés para no transportar gérmenes personales a la zona vulvar ), los labios menores pequeños propios de la edad, la presencia de cuerpos extraños, o la existencia de enfermedades de la piel, son todos ellos cofactores de la aparición de estos procesos.
En esta etapa de la vida, es muy importante la supervisión de la higiene por parte de los adultos responsables de la niña, evitando los factores de riesgo, corrigiendo los errores, enseñando los hábitos adecuados, y consultando ante la menor duda con el pediatra, o el ginecólogo.
Durante la pubertad, y hasta llegar a la menarquia, la vulva va cambiando de color, turgencia, trofismo, y humedad debido al estímulo hormonal creciente. Progresivamente, aumenta la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas, apareciendo un flujo vaginal que muchas adolescentes pueden interpretar como algo patológico, induciéndoles a una higiene excesiva, o por el contrario provocando una acumulación de secreciones en los labios vulvares, que en ambos casos puede producir una vulvitis.
Finalmente, tras la aparición de la primera regla, el uso de compresas va a requerir unos cuidados específicos para evitar irritaciones, como el cambio frecuente, y el lavado del área genital de forma frecuente. Enseñar a las jóvenes el uso de los tampones intravaginales, es una buena actitud ya que además de proporcionarles una mejor higiene, y una mayor libertad de movimientos , les proporciona más posibilidad de realizar deportes y actividades físicas, que con las compresas son más difíciles. Se debe encaminar al uso primero de los tampones más finos, para luego pasar al adecuado a la cantidad de flujo menstrual que tenga en las menstruación.
Si el adulto encargado no se siente capaz de este adiestramiento, la consulta con el ginecólogo/a puede ser de una gran ayuda, ya al mismo tiempo puede servir para aprovechar y recibir consejos sobre temas interesantes en esta edad como las relaciones sexuales, la prevención de embarazos no deseados, la prevención de enfermedades de transmisión sexual, la posibilidad de vacunación contra el HPV, etc.
